México: ¿El PRI después del PRI?

Ugo Pipitone

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El circo cívico en acción

Las elecciones están previstas para el 2 de julio 2006, pero la contienda presidencial ha comenzado con seis meses de anticipación. ¿Puede aguantar el país una campaña electoral tan prolongada frente a sus urgencias no-electorales? La respuesta es sí y no. El país no puede aguantar pero aguantará: una historia antigua.

Mientras México se acerca cansadamente al final de un sexenio de transición que ha frustrado la mayor parte de las expectativas que había despertado, el espectáculo de la campaña electoral no contribuye a levantar los ánimos. Más bien todo lo contrario en medio de una tradicional ausencia de ideas políticas fuertes; el triste espectáculo de burócratas de partido que súbitamente se sienten voceros oficiales de la Historia ; el consabido cantinflismo que emborracha de palabras a la audiencia hasta hacerle olvidar el origen racional de cualquier argumento y, cereza en el pastel, el bombardeo de spots televisivos y radiofónicos que podrían intercambiarse entre los candidatos sin que nadie se diera cuenta.

Tal vez las campañas electorales son así en casi cualquier parte del mundo, pero no es un gran consuelo para un país que después del largo régimen priísta esperaba otra cosa para enfrentar la infinidad de problemas dejados por una política sin control social ni, menos aún, institucional a lo largo de décadas.

Los problemas del país son, sobre todo, dos: una economía que (a pesar de sus fundamentales en equilibrio) no crece con el ritmo necesario y un estado que sigue sin salir del pantano de ineficiencia, simulación y corrupción. Hasta ahora la campaña electoral no parece reconocer estos retos como territorio de nuevas propuestas y se desgrana en baraturas ideológicas y declaraciones altisonantes (del tipo: “mano dura” contra los secuestradores) destinadas, en el mejor de los casos, a convertirse en titulares de periódicos que serán olvidados al día siguiente. En el México de la transición, la política sigue siendo parte más conspicua de la crisis del sistema país que de las soluciones a mediano plazo.

El circo cívico se ha puesto en marcha; hagamos la crónica de tres días: del sábado 18 al lunes 20 de febrero 2006. La nota simpática viene involuntariamente de Reforma del sábado 18: se informa que López Obrador fue descrito por un líder evangélico de Torreón como un ‘libro pensador', y lo repite dos veces para no dejar dudas. El circo es entretenido, si es que esa es la palabra correcta, tanto en sí mismo como en lo que lo rodea. En realidad es desolador entre acarreos, fingidos entusiasmos, torta y refresco y los vuelos líricos en que se desbarrancan a menudo los candidatos. Revolotea un aire que está todavía muy cerca del arquetipo de El inspector Calzonzín (Arau, 1973).

 

Tres candidatos, tres días

Sigamos inicialmente la pista de Andrés Manuel López Obrador. El sábado en Saltillo formula una promesa: reducir drásticamente el gasto público, sobre todo por el lado de los sueldos de los funcionarios. ¿Cree en lo que dice o se trata del eslogan surgido de alguna empresa de asesoría electoral? No es fácil olvidar que su chofer en el D.F. ganaba un sueldo exorbitante en virtud de la benevolencia de su jefe. Y la mezcla de austeridad con clientelismo no parece una perspectiva radiante. El hecho concreto es que la alta (y en varias situaciones incluso la media) función pública goza en este país de salarios que están arriba incluso de los países más avanzados del mundo, sin tener, obviamente, ni sus indicadores de productividad ni sus niveles medios de bienestar. ¿Amlo está anunciando gestos cristianos de renuncia de parte de algunos funcionarios o una política seria de reforma de los salarios en la administración pública? Esto último requiere ideas y audacia política para reducir el peso de poderosas corporaciones sobre el presupuesto público; para lo primero es suficiente una barnizada de buenas intenciones y algunos actos simbólicos.

El mismo día, en Torreón, el candidato de la izquierda, en una entrevista radiofónica en que intenta justificar tanta incorporación de priístas en las candidaturas de su partido, está listo para la frase memorable del día: “Lo del priísmo es una enfermedad que se quita con el tiempo”. Lo que, en la versión más optimista, es posible que sea cierto, pero, más que juzgar sobre el destino del alma humana, habría sido más valiosa para la cultura política del país una descripción sumaria de la enfermedad en cuestión. Por razones estrictamente profilácticas. Pero más allá del chascarrillo, nada, como era de esperarse.

Al día siguiente, escala a Monterrey para anunciar que el prometido tren bala de México D.F. a la frontera, tendrá una estación en Monterrey. Si Amlo tuviera que extender la misma promesa a otras ciudades electoralmente importantes, eso de “tren bala” perdería la segunda mitad. Anotación al margen: desde hace poco menos de un siglo, el ferrocarril ha dejado de ser una prioridad infraestructural en este país. Y no asombra que Amlo recupere ese hilo perdido de la historia nacional en forma teatral: tren bala del D.F. a la frontera. ¿No es eso lo mismo, pero ahora a escala nacional, del segundo piso del D.F.? Señalemos lo obvio: tenemos aquí un posible gobernante con una clara vocación faustiana que, además, sustituye con extrema facilidad lo importante con lo simbólico. En el D.F. era esencial poner orden en una administración pública ineficiente y costosa, repensar el largo plazo de la ciudad y disciplinar a una policía con graves (y, aparentemente, fisiológicas) contaminaciones criminales para no hablar de la administración de la justicia. En estos terrenos la capacidad de reforma fue casi nula pero el segundo piso atrajo tanta atención (y adhesión automovilística) como en su tiempo debe de haber atraído la construcción de la pirámide de la Luna en Teotihuacan.

Siempre en Monterrey, para confirmar el gusto por lo simbólico, Amlo insiste que de llegar al poder quitará las pensiones a Fox y a Salinas. La nueva idea viene del mismo individuo que, como gobernante del D.F., inauguró su administración abriendo un conflicto institucional con la federación sobre la...hora legal.

Pasemos a Felipe Calderón en los mismos tres días. El sábado 18 los periódicos informan que el candidato del PAN estuvo en Puebla, estado conocido por una extraño connubio nacional: amplias simpatías clericales y firmes raíces priístas. Como sea, Felipe Calderón está ahí entre otras cosas para cabalgar el tigre del momento: pedir la renuncia del gobernador priísta del estado que secuestró “legalmente” a una periodista que había denunciado redes de pedofilía y pornografía infantil en las cuales estarían involucrados altos funcionarios públicos y algunos empresarios de asalto con cobertura institucional. FC está en Puebla para añadirse a una ola (aparente y trágicamente, minoritaria) de protesta contra un gobernador que, para decir lo menos, usa el poder discrecionalmente y, agarrado con los dedos en la masa, reta al país entero con recurrir al espíritu “revolucionario” de los poblanos que lo eligieron. Un cuadro viviente de los años veinte.

En Puebla, Felipe Calderón declara que será un presidente que cumplirá la ley y resguardará los derechos de los ciudadanos. ¿Qué significa eso? Más faltaría que el presidente de un país democrático no cumpliera la ley y no velara por los derechos de los ciudadanos. Si la propuesta es tan original al candidato panista sólo le faltaron dos detalles. Explicar porqué ese precepto mínimo no se ha cumplido satisfactoriamente y cómo pretende cumplir él lo que no resultó tan fácil de cumplirse hasta hoy. Pero estos, naturalmente, son detalles engorrosos.

El día siguiente, en Puerto Vallarta, Felipe Calderón tuvo buenas cartas en sus manos para ironizar sobre las declaraciones del día anterior de Amlo donde resultaba evidente que, en opinión de Amlo, el priísmo era una enfermedad no mortal. Digamos un pecado venial. El candidato del PAN tiene razón en decir que el candidato de la izquierda es un antiguo priísta que ha perdido el pelo pero no el vicio. Sin embargo, no se ve razón alguna por la cual lo anterior debería hacer olvidar que el PAN gobernó por cinco años mostrando una endeble voluntad de reformas y una igualmente escasa capacidad para construir consensos políticos o sociales capaces de abrir las puertas a la reforma de la administración pública, a un rediseño de las estructuras y el funcionamiento del estado y a un nuevo ciclo de crecimiento económico de largo lazo. Nada de eso ocurrió en estos años y resulta curioso el poco interés del candidato panista en proponer caminos que tuercen el rumbo recorrido. Decir seré un presidente respetuoso de leyes y derechos no es suficiente: como si el problema de este país fuera una deficiencia de buenas intenciones y no una maquinaria institucional sistémicamente ineficiente, corporativa, corrupta, costosa y socialmente poco creíble.

Al día siguiente, para conservar el estilo, en Mazatlán declara: “somos más los buenos que los malos, pero estos últimos están muy organizados”. Viene a la cabeza que una parte no pequeña de los “malos muy organizados” está dentro del estado mexicano y sería un acto mínimo de lucidez y decencia políticas informar a la ciudadanía sobre cómo se piensa ganar en el futuro una batalla hasta ahora perdida. Para seguir con la misma tendencia que consiste en el despliegue de las mejores intenciones, Calderón propone cadena perpetua para los secuestradores que lesionen a sus víctimas. Lo cual podría ser incluso correcto, salvo que faltaría explicar a la ciudadanía cómo se piensa apresar a los culpables considerando que en varias partes del país secciones importantes de policías están coludidas con la delincuencia organizada.

Pasemos a Roberto Madrazo. Considerando la tradicional libertad de palabra con la que el priísmo ha enfrentado los problemas del país, no hay mucho aquí que comentar. Salvo una idea que el candidato del PRI formula en Querétaro: la campaña del PRI “levantará” a partir del momento en que se establezcan los varios candidatos locales al Congreso y al Senado. Traducción: con la activación de los motores corporativos locales, mi candidatura subirá del tercer lugar en que se encuentra actualmente. Al día siguiente en un acto de campaña en Chalco, el candidato del PRI anuncia que aplicará mano dura contra la delincuencia. ¿Qué decir?

¿Cómo va la lotería de las encuestas de opinión? Mencionemos dos (ambas referidas al mes de febrero), una de Reforma y la otra de El Universal.

López Obrador Calderón Madrazo

Reforma 38 31 29

El Universal 39 34 25

Estas son las preferencias que expresan los electores.

Retorno a la realidad

En los mismos días en que los tres contendientes prometían a diestra y manca virtudes personales en lugar de proyectos políticos concretos (y confrontables), los periódicos publicaban algunas noticias. Limitémonos a dos.

Primera. Un estudio de la PGR informa que las policías del Distrito Federal y del Estado de México son las primeras en el número de sus miembros que se han integrado a bandas de secuestradores. Del total de estas bandas desmembradas en 2004, 50 por ciento tenían al menos un policía en su orgánico.

Segunda. Según un informe de la OCDE , México es el último país entre sus 27 miembros en la calidad de la educación. Dos terceras partes de los jóvenes de 15 años tienen competencia insuficiente en matemática y más de 50 por ciento en la capacidad para leer un texto.

Pero los candidatos nos aseguran que son buena gente. ¡Menos mal!

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