Rosalío

Ugo Pipitone

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Quien escribe tuvo el placer y el honor de ser coeditor del número inicial de la nueva época de la revista Pensamiento Iberoamericano que, entre 1982 y 1998, fue una referencia virtualmente ineludible en el debate latinoamericano. Registro aquí lo dicho y lo no-dicho (en caja menor) por quien escribe durante la presentación del número Cero de la revista el 20 de febrero 2007 en la Casa de América de Madrid.

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Gracias por estar aquí.

Como en el D.F., en esta ciudad de Madrid es endiabladamente dificultoso moverse, así que conozco el costo de estar aquí.

Dejemos de lado la infortunada circunstancia machista por la que dos hombres hayan coordinado este número inicial de Pensamiento Iberoamericano (2ª época). Pero debajo de las malas apariencias, más de la mitad de las colaboraciones de este número vienen de mujeres y, sin ritualismos innecesarios, algunas de las mejores ideas.

Muchas gracias a Rosa Conde, a Juan Pablo de Laiglesia, a Ignacio Soleto y a Alfonso Gamo por la lucidez y la audacia de promover esta empresa.

Con voces como las de Esther del Campo, José Luis Machinea, Anna Ayuso y otras, este número tal vez merecía una menor indefinición numérica que la de un número cero. Sin embargo, al mismo tiempo, el cero tiene, en nuestro caso, el valor de admitir una apuesta en gestación y de establecer un arquetipo transitorio de lo que podría ser PI en su nueva época. El cero como declaración de posibilidades abiertas.

Cuando nace una nueva criatura no se puede más que desearle una existencia larga y fructífera. Nosotros tenemos confianza en el futuro inmediato de esta nueva empresa por dos razones. Porque esta revista es necesaria en un tiempo de aceleración de la historia cuando se puede contar menos sobre las inercias virtuosas. Y porque tenemos un antecedente de gran dignidad intelectual, Pensamiento Iberoamericano, en su primera época.

A pesar de lo anterior, no estamos condenados al éxito: el reto intelectual de la actualidad es enorme. Han pasado los tiempos en que incluso un conservador como Richard Nixon podía decir: ahora somos todos keynesianos. Estamos condenados a ser originales para entender y enfrentar retos inéditos.

Uno de ellos es ese Lejano Occidente que denominamos América Latina y que no termina por encontrar un camino propio fuera del atraso, como ha ocurrido y está ocurriendo en nuestro tiempo en varias partes de Asia Oriental. América Latina parecería condenada a crecer mal (sin integración social) o a no crecer: ésta, en pocas palabras, es la historia de gran parte de nuestro siglo XX. ¿Cómo se sale (¿es posible salir?) de esta jaula?

A José Antonio Sanahuja (a quien corresponde el mayor mérito por la calidad de este número inicial de PI) y a mí se nos pidió que reuniéramos algunos de los análisis más lúcidos y documentados sobre varios temas de la actualidad regional. Tenemos aquí un registro fidedigno de los procesos y las decisiones de una América Latina que no ha resuelto eficazmente los retos del pasado y se ve obligada hoy a enfrentar los retos inéditos de esta aceleración histórica que llamamos globalización.

De ahí se deriva el tono positivo del título de esta primera entrega: “La nueva agenda de desarrollo de América Latina”.

La inteligencia es nuestra principal brújula en momentos de decisiones complejas. Y el reto es obvio: reconocer rutas que permitan navegar en las corrientes de la globalización reforzando al mismo tiempo aquella integración social sin la cual un país es una unidad más declarativa y retórica que real.

La corriente global de mayores interdependencias es un dato de nuestra historia que no puede ser exorcizado; es un viento que sopla a nuestras espaldas obligándonos a tomar decisiones complejas en un contexto poblado de rocas: el terrorismo, el calentamiento planetario, la explosión demográfica que en las siguientes dos generaciones pondrá en el mundo casi tres mil millones de seres humanos cuya gran mayoría nacerá pobre. Habrá que encontrar rutas de navegación confiables en medio de estas rocas y otras que aún no afloran. Y sin garantías de éxito.

Dicho de otra manera: si hubo un tiempo en que se podía confiar en que el futuro resolvería los problemas que las generaciones presentes generosamente le heredaban, este tiempo se ha ido junto con la confianza sobre el destino inevitable del Progreso. Y es así como de pronto nos vemos obligados a depender como nunca antes de nuestra inteligencia. Lo que, legítimamente, puede producir en cada uno una mezcla de sentido de responsabilidad y angustia. 

Este primer número de Pensamiento Iberoamericano tiene esta ambición: ser un registro de lo que hemos entendido sobre ese universo latinoamericano que -a pesar de sus avances en muchos terrenos- sigue debatiéndose en lo que alguna vez se llamó subdesarrollo. ¿Qué entendemos con eso? Digámoslo brutalmente: una mezcla viva de tres componentes esenciales en precario y persistente equilibrio: mala calidad institucional, baja productividad y pobreza extendida. ¿Cómo se sale (¿es posible salir?) de esta jaula en que se encierran las perspectivas de vida de centenares de millones de personas? Siguiendo diversas rutas, a esta pregunta subyacente se dirigen los ensayos de este primer número.

Una cosa podemos decir desde ahora. Ni el administrador delegado (o el político con mentalidad de manager) ni el líder populista (para simplificar las opciones del presente latinoamericano) presentan rasgos que alimenten esperanzas fundadas sobre el futuro cercano.

Con esta primera entrega de Pensamiento Iberoamericano tratamos de mirar al escenario sin caer ni en la lógica de los informes trimestrales de rendimiento ni en los mensajes luminosos que ven la justicia social como un tema ético más que como expresión de grandes –responsables y audaces en un equilibrio nunca fácil- opciones colectivas. Entre los rendimientos bursátiles y los mesianismos más o menos iluminados, queda un estrecho e incierto camino para una inteligencia laica capaz de señalar obstáculos y perspectivas.

Hemos intentado movernos en este espacio (con el éxito que vosotros juzgaréis) con esta primera entrega de Pensamiento Iberoamericano . Muchas gracias.

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